¿La culpa es del salario mínimo, de los emigrantes, de los distribuidores, de las importaciones?
Las manifestaciones de estos últimos días son una impresionante muestra del malestar que sienten muchos agricultores. Es un grito que nuestros responsables políticos deben, han anunciado que van a, oír sin duda y sin dilaciones.
Acertar en el diagnóstico es paso previo para acertar en las soluciones. En una entradilla anterior, ya hable de “seis desafíos nuevos que no son tan nuevos”, a partir de ahora voy a abordar algunas a mi juicio ideas falsas que se están difundiendo antes de proponer en las entradillas siguientes unas líneas de actuación primero a las Administraciones y luego a los agricultores.
El salario mínimo
La definición precisa de renta agraria es complicada, mi amigo Ignacio López me lo ha recordado “sin ánimo de polemica” pero todos podemos coincidir en que existe una franja importante de agricultores cuyas rentas, al menos ciertos años, no se pueden calificar ni de dignas ni de satisfactorias.
Ahora bien, la solución a los problemas de un colectivo no puede venir de oprimir aún más a un colectivo con aún menos capacidad negociadora. Es verdad que el salario mínimo ha subido, en porcentaje, significativamente estos últimos años, pero también lo es que, con la última crisis económica, ha cobrado fuerza en España el fenómeno de los “trabajadores pobres”, que trabajan, cierto, pero no consiguen una renta digna para poder vivir decentemente.
Si la supervivencia de un agricultor pende del hilo de no pagar salarios dignos, mal andamos. Entre otras cosas, y ya se observa el fenómeno en ciertas zonas, faltará mano de obra (incluso emigrantes) para hacer algunas tareas.
Felizmente, no son pocas las voces del sector que han afirmado que el problema no es el salario mínimo sino los precios percibidos por los agricultores, que no están a la altura de lo que debería.
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