El sector agrícola en la Unión Europea adolece de una serie de problemas derivados de las prácticas agrícolas que se han llevado a cabo en las últimas décadas. La apuesta por una agricultura intensiva, en la que el monocultivo se erige como protagonista y el uso de insumos (agua, fertilizantes, pesticidas, energía…) se incrementa, los efectos negativos sobre el medioambiente y sobre la rentabilidad del sector son cada vez más visibles
Los cambios de uso de la tierra y su sobreexplotación ha sido determinante en el descenso de la biodiversidad, que se traduce, según el último informe de la FAO ‘El estado de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura en el mundo’ en un escenario en el que sólo 9 de las plantas que se cultivan para obtener alimentos acaparan el 66% de la producción agrícola mundial y donde ecosistemas como bosques, pastizales o humedales menguan y polinizadores desaparecen.
Este círculo se cierra afectando, de nuevo, a quienes se dedican a la agricultura, puesto que el descenso de biodiversidad provoca mayor vulnerabilidad de los cultivos a las plagas, erosión, pérdidas de suelo y mayor gasto en fertilizantes y pesticidas.
Diverfarming, como herramienta hacer frente a este escenario apocalíptico, propone apostar por la diversificación de cultivos y la reducción del uso de insumos como estrategia para recuperar la biodiversidad, la fertilidad del suelo y disminuir el gasto en recursos externos, de manera que tanto el medioambiente como la calidad de vida de los agricultores sean sostenibles a largo plazo.
En el paso previo para conseguir el cambio de paradigma en la agricultura europea, se establecen 25 terrenos experimentales en 6 países europeos donde se ensayan los sistemas diversificados más adecuados para cada cultivo, región y clima.
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