Primero fue la sequía, que redujo la producción de alimentos como el arroz y el aceite de oliva a la mitad de lo esperado. Después, el desequilibrio entre los precios de los productos agrícolas importados desde terceros países y aquellos con etiqueta nacional. En los últimos años, la España vaciada fue cultivando poco a poco semillas de descontento que cristalizaron en enero de 2024 en las mayores manifestaciones del sector primario en décadas. Y aunque los cuatro meses de presión en las calles de todo el país arrancaron concesiones del Gobierno, la verdadera disputa del campo español tendrá lugar el próximo 9 de junio, en las urnas de las elecciones europeas.
A diferencia de convocatorias pasadas, en un principio los cortes de carreteras fueron promovidos por grupos espontáneos, sin el paraguas de ninguna asociación del sector. A las tres organizaciones principales (Asaja, COAG y UPA), únicos interlocutores oficiales, se añadieron otros como Unión de Uniones o la Plataforma 6-F, creada expresamente a finales de enero para canalizar el enfado de los agricultores.
Muchas de las reivindicaciones procedentes del sector primario nacional recuerdan a las demandas exigidas en 2020, cuando los tractores exigieron cambios justo antes del inicio de la pandemia, y son compartidas con las de sus homólogos polacos, franceses y belgas por ser normativas europeas. Desde el inicio de las protestas, el campo español ha pedido una flexibilización y simplificación de la actual Política Agraria Común (PAC). Es la principal demanda elevada a Bruselas, reducir la carga burocrática para dedicar más tiempo a su trabajo diario.
También han pedido acabar con la competencia desleal de importaciones mediante la imposición de más controles en las aduanas, la reciprocidad de las condiciones de producción, como el uso de los mismos fitosanitarios, y revisar o no renovar acuerdos comerciales con grandes competidores, como Nueva Zelanda o India. De todos ellos, el acuerdo Mercosur-UE ha sido el blanco de los agricultores, que han pedido su paralización. Al ámbito europeo se han sumado los fenómenos meteorológicos extremos. La escasez de agua ha puesto contra las cuerdas a un sector que reclamaba una reforma del seguro agrario para dar una mejor cobertura a las nuevas condiciones creadas por el cambio climático. Por último, y a causa del incremento de la inflación, exigían un aumento de costes de producción para evitar las quiebras. Ahora, la pelota está en el tejado de los votantes.
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