La mitad de la cosecha de miel del año pasado sigue en los almacenes sin venderse y la producción de azahar de este año se ha reducido al mínimo por las lluvias en plena temporada de floración y las intoxicaciones
Un zumbido intenso, infinito y lejano es la melodía celestial que recibe al visitante en la finca municipal de La Tercia (Murcia) y le anuncia que las reinas de la polinización, las abejas melíferas, están en plena actividad. Al fondo, un cuco da la hora oculto en la copa de un pino. Son las once de la mañana y cientos de miles de obreras pecorean -recogen polen y néctar de las flores- sin descanso. Estamos en un terreno libre de caza, reserva para los caracoles y refugio para la fauna silvestre de propiedad pública, que, mediante un convenio con el Ayuntamiento de Murcia, gestiona la Asociación para la Custodia del Territorio (Acude) para recuperarla ambientalmente. Cincuenta hectáreas de campo que están recobrando la vida que llegaron a perder. Precisamente esta asociación, con el apoyo del Ayuntamiento de Murcia, es la que ha apostado por hacer de la apicultura una herramienta más para contribuir a la restauración de este territorio, antiguos cultivos abandonados en los que la erosión ha ido haciendo mella, al tiempo que contribuye a la conservación de la abeja melífera y al fomento de la apicultura regional.
A reforestaciones con especies autóctonas, siembras para garantizar la alimentación de la fauna silvestre, señalización y adecuación de edificaciones que estaban en ruinas para favorecer la presencia de mochuelos, lirones, collalbas negras, golondrinas o salamanquesas, por poner un ejemplo, se suma ahora un ejército de abejas afanadas en llenar sus colmenas de rica miel, nutritivo polen y antiséptico propóleo. Están en temporada alta de producción y estos trabajadores animalillos no pierden ni uno solo de sus valiosos segundos, mientras el sol las caliente e ilumine y haya flores que libar.
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