En el entorno del cooperativismo de Mondragón la corresponsabilidad es una dimensión que ha adquirido una especial relevancia en los procesos de reflexión y en la definición de las políticas socioempresariales. Esta creciente importancia viene motivada por la toma de conciencia que esta dimensión asume tanto desde la perspectiva de los retos empresariales que enfrentan las cooperativas, como desde el punto de vista de la gobernanza cooperativa.
Existen una serie de factores que empujan en esa dirección. La evolución organizativa de muchas de las cooperativas, caracterizada por la dimensión y la complejización asociada a la internacionalización y las crecientes exigencias de los mercados, ha puesto en evidencia aspectos tales como las debilidades de los órganos cooperativos o la distancia entre colectivo y órganos reflejada en determinadas decisiones asamblearias. La transformación cultural y la emergencia de nuevos valores en la sociedad impactan en las organizaciones cooperativas a través de las aspiraciones y expectativas que incorporan unas generaciones que muestran diferentes modos de implicarse y comprometerse con el proyecto cooperativo. Por último, la identificación de síntomas que se perciben disfuncionales respecto a la implementación de un modelo más exigente que precisa el cooperativismo para hacer frente al nuevo escenario de retos acelera, definitivamente, la necesidad de abordar la cuestión de la corresponsabilidad.
No obstante, a pesar de la creciente inquietud que genera el tema, es preciso reconocer que, salvando honrosas excepciones, poco es lo que se ha podido avanzar en el desarrollo de prácticas organizativas que extiendan la cultura de la corresponsabilidad en las cooperativas. No ha sido una urgencia. No, por lo menos, como para garantizar tiempo y recursos que permitan un desarrollo mínimamente constante y sistemático. Nos arrastra la vorágine del mercado; y nos arrastra la dinámica de una sociedad consumista e individualista que convierte todo lo que tenga que ver con las motivaciones de tipo más trascendental, en un elemento extraño en la lógica de nuestras organizaciones.
En consecuencia, la corresponsabilidad, muy a menudo, se convierte en esa apelación que rescatamos cuando toca hacer frente a situaciones empresarialmente complicadas, o cuando se busca la aprobación de decisiones ingratas de la asamblea. Es, en cierta forma, un recurso reactivo que, es cierto, en momentos de crisis funciona para activar el compromiso general del colectivo en defensa de la propia empresa.
Pero limitar la corresponsabilidad a su dimensión reactiva parece una práctica poco recomendable. Es, cuanto menos, disfuncional desde el prisma de un modelo que, por su configuración democrática, favorece un reparto distribuido del poder. Y es, además, empobrecedor en la medida que obvia que parte del propósito transformador cooperativo es generar contextos que impulsen la cultura cooperativa y, por lo tanto, favorecer el crecimiento de las personas mediante el desarrollo de sus potencialidades y su sentido de la responsabilidad y la solidaridad.
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