Hay cultivos más demandantes de abono que otros. Tampoco es lo mismo un huerto familiar que una explotación agraria, que tiene que asegurarse altos rendimientos
Una de las labores obligatorias cuando se prepara el suelo para un nuevo cultivo es aportarle alimento a las plantas. Si no se aplica algún tipo de fertilizante a un suelo que soporta cosechas año tras año, acabará perdiendo su fertilidad. De todas maneras, no se puede abonar de cualquier manera, antes hay que estudiar varios aspectos: cómo es el suelo, el clima de la zona, el tipo de cultivo, el tipo de abono y el momento de aplicación.
Hay dos tipos principales de abonos: orgánicos e inorgánicos.
Los orgánicos proceden de restos vegetales, las deyecciones de animales o la mezcla de ambos.
Las explotaciones ganaderas son la principal fuente de abono orgánico. Se genera en tal cantidad que son necesarias instalaciones diseñadas especialmente para almacenarlo.
Los orgánicos proceden de restos vegetales, las deyecciones de animales o la mezcla de ambos.
Las explotaciones ganaderas son la principal fuente de abono orgánico. Se genera en tal cantidad que son necesarias instalaciones diseñadas especialmente para almacenarlo.
Los inorgánicos, también llamados minerales, se elaboran industrialmente. En una fábrica, los diferentes elementos presentes en la naturaleza (gas natural, rocas y sales) son transformados en nutrientes asimilables por las plantas.
Ambos tipos tienen ventajas e inconvenientes, y bien utilizados se complementan perfectamente. Los abonos orgánicos, aportan cierta cantidad de nutrientes, pero principalmente mejoran las propiedades del suelo. Los abonos minerales, en cambio, aportan gran parte de los nutrientes que necesita la planta de una manera abundante y precisa.
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