El olivar andaluz adolece de pérdida de tierra. Las zanjas que desgarran el terreno en el que crecen los olivos aparecen en cada vez más parcelas, dejando a los agricultores desprovistos de tierra y, por tanto, de una cosecha productiva. La alta erosión de estos terrenos y la baja cantidad de materia orgánica de los suelos desnudos de erigen como dos de las causas principales de los daños de la escorrentía.
En este escenario casi apocalíptico del campo andaluza se centra el proyecto europeo financiado por el programa H2020 de la Comisión Europea Diverfarming, que a través de la diversificación de cultivos y prácticas de manejo de bajos insumos pretende aumentar la productividad de esos terrenos aumentando el rendimiento de sus suelos y reduciendo costes.
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