Para muchos el verano no es verano sin helados, sin playa, sin siesta... Y sin melón, claro... Lo mejor de los días de arena y salitre o las tardes en la era del pueblo están acompañados de la fruta reina de las vacaciones estivales. Cierra la mayoría de las comidas en esta época, nos hace tocar el cielo cuando sale bueno y apetece a cualquier hora del día cuando el calor aprieta. Lo adoramos de junio a septiembre y cae en el olvido el resto del año. "Si no hace calor, no se compra melón", asegura Juan Carlos Bruñó, de la empresa familiar del mismo nombre creada en los años 70 en Alcalá de Chivert (Castellón) y que se ha propuesto dar al melón de una vez por todas el protagonismo que se merece. "Tienen mil posibilidades y la gente las desconoce". Hay vida -y mucha- más allá del melón con jamón...
Quizá es en la imagen de marca donde el sector no ha acabado de despegar. "En el punto de venta es complicado diferenciarse. Sólo en la etiqueta puedes hacerlo", dice Bruñó. "La forma de comunicar es muy tradicional, no se ha innovado apenas". Y eso, antes o después, había que cambiarlo. De la mano de Rodrigo de la Calle (El Invernadero, una estrella Michelin), el chef verde por excelencia, esta empresa se puso manos a la obra y ha creado La Melonería, un escaparate donde conocer todo lo que rodea a esta fruta: desde el cultivo hasta cómo se seleccionan los melones, las variedades, recetas... "No se trata de promocionar nuestra marca, sino el producto en general. Queremos hacer una especie de biblioteca".
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