La sensación de picor en la garganta fue el detonante de un apasionante descubrimiento: una sustancia que demuestra por qué la dieta mediterránea es científicamente saludable
Notas de hierba, fruta seca, romero, albahaca, menta, eucalipto, cítricos... los catadores describen a través de estas esencias las complejas impresiones que los distintos aceites de oliva virgen extra (AOVES) dejan en nuestra nariz y en nuestra boca. Se trata de sabores delicados y escurridizos que agradan particularmente a los consumidores. Pero el aceite de oliva tiene también una parte más tosca que los paladares menos entrenados no suelen apreciar: la aspereza y esa ligera irritación que se queda adherida a nuestra garganta.
No es solo una cuestión estética o de sensaciones. Las variedades más amargas son también las más ricas en fenoles: antioxidantes naturales como los tirosoles y los hidroxitirosoles, y sobre todo el oleocanthal, un potente antiinflamatorio natural que es el culpable de que ciertos aceites piquen, irriten y nos provoquen incluso tos.
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